Ryokan, un maestro zen, llevaba una vida de lo más sencilla en una
pequeña cabaña al pie de una montaña. Una tarde un ladrón se acercó a la cabaña
y descubrió que no había nada que robar.
Ryokan regresó y lo sorprendió.
"Has recorrido un largo camino para visitarme" - le dijo al intruso- "
y no deberías regresar con las manos vacías. Por favor, acepta mi ropa como
regalo"
El ladrón se quedó perplejo. Cogió la ropa y se escabulló
avergonzado.
Ryokan permaneció sentado desnudo, observando la luna.
"Pobre diablo", pensó. "Ojala hubiese podido darle esta preciosa
luna".
Raul Reps. Carne de Zen, Huesos de Zen
Constancia
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Erase una vez una pequeña cabra, que casi siempre dudaba de todo.
Vivía con humanos desde que nació y no sabía que era una montaña, aunque
vivía rodeada...
Hace 1 año
4 comentarios
Precioso y sabio cuento Zen, querida Azul.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Un abrazo.
En este caso, Flor, tú nos has regalado la luna, esa riqueza que no tiene precio
ResponderEliminarLo que hace un corazón lleno de amor y generosidad ...
ResponderEliminarGracias por esta historia tan bella.
Un abrazo y un beso, Sina
Maravilloso !!
ResponderEliminarGracias por compartirlo: nos ayuda a reflexionar acerca de nuestros apegos.
Luxiyá.